domingo, 22 de septiembre de 2013

Artículo: El uso de la chistera en la boda de Francisco Rivera y Lourdes Montes


Me resulta muy difícil resistir la tentación de comentar la boda de Francisco Rivera y el uso de la chistera, y a pesar de reconocer que sólo he visto la portada de la revista "Hola!" y que, por lo tanto, no dispongo de los criterios suficientes, aprovecho este espacio de QOE para dar rienda suelta a mis opiniones y, de paso, conocer alguna más al respecto, que siempre es interesante.


La pareja se unió en una ceremonia civil, pues el novio aún no dispone de la nulidad eclesiástica de su primer matrimonio. Como todos sabemos, la etiqueta para una boda civil es un “poco” diferente a la de una unión eclesiástica, aunque el cambio de usos sociales (sobre todo, la mayor cantidad de bodas civiles que en el pasado), está derivando en una evolución de esta ceremonia: de celebrarse únicamente en juzgados y oficiada por juez o funcionario correspondiente, pasó a poder ser celebrada también en ayuntamientos y, por tanto, oficiada por el alcalde o alcaldesa o persona en quien esta autoridad delegue. Incluso, puede celebrarse en un lugar privado, como en el caso que nos ocupa, siendo una finca privada de Ronda el lugar elegido. ¡Genial para el mercado de la organización de eventos!

Como a mi me gusta partir siempre de las referencias de autoridades en la materia, estos días repasé a dos de mis autores de cabecera en protocolo social: Camilo López y María Rosa Marchesi. En el año 1991, el primero todavía escribe que “los matrimonios civiles han perdido el aire de semiclandestinidad que llegaron a tener en algún tiempo” y señala algo muy interesante: “las normas clásicas de urbanidad recomiendan discreción en las bodas civiles”. En cuanto a la segunda, parte de una diferenciación: mientras que el vestido de la novia (así como el de la madrina y testigos femeninas) está más sujeto a los vaivenes de la moda, el vestuario del novio, padrino o testigos está más sometido a la tradición.

Maria Rosa Marchesi señala que el novio puede ir “con traje oscuro de calle, de chaqué o de uniforme civil o militar, pero no de esmoquín”. La autora escribe que el chaqué se lleva con “zapatos negros lisos” y que “el chaleco y la corbata suelen ser grises en las bodas”. ¡Mucho ha cambiado la etiqueta desde 1995, año de publicación de “El protocolo, hoy”!. Sólo hay que recordar la boda del Príncipe Felipe con doña Leticia Ortiz, en la que los caballeros lucieron variados colores (e incluso estampados) en sus chalecos y corbatas.

Maria Rosa Marchesi no nos dice nada de la chistera o “sombrero de copa alta” pues, simplemente, en España no tenemos costumbre de usarla. Precedentes, ya los hay, y yo recuerdo uno con claridad: Boris Izaguirre en la boda de Rafael Medina con Laura Vecino. La llevó bastante bien, como un guiño a la originalidad o una forma de llamar la atención.


En este caso, el uso de la chistera en esta boda vino determinado por la elección de los novios, quienes así se lo hicieron saber a sus invitados. El protocolo y la etiqueta nada dicen al respecto, por no ser habitual en nuestro país; se trató de un capricho personal, que puede ser considerado acertado o no (según gustos). A mí, particularmente, no me gusta nada, pues afea a los señores y supongo que en su extensa mayoría, era la primera vez que lo usaban (lo que está reñido con llevar algo con elegancia).

Sin embargo, debo reconocer que desde el punto de vista de la organización del evento, el uso de la chistera fue un detalle simpático que llamó la atención y que, de alguna forma, contribuye a su éxito. Toda España hablando de la chistera... De vez en cuando, es bueno caer en la frivolidad.




Ana Lobeto
Miembro QOE Asturias

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